«La cultura es segura». Lo confirmé el pasado 11 de marzo al asistir al Teatro Amaya, un espacio repleto de personas que apostaron por distintos títulos y se sintieron protegidos por todas las medidas de seguridad para evitar los contagios. Era mi primer día, el primero de muchos, o al menos eso espero, mi primera tarde por Madrid después de varios meses refugiada en las cuatro paredes de mi habitación. Tenía que estar allí por esa entrega e ilusión que me transmitió el creador de «Mi Mundo Es Otro» en una entrevista online y por esa sensatez de las protagonistas para ensalzar el esfuerzo de Javier Muñoz por sacar su ópera prima adelante. Esperé mi turno en una larga cola que se había formado a la entrada. Me asignaron la fila 7, butaca 20. Previamente me senté por confusión en un asiento que no me correspondía. A mi derecha un hueco quedó vacío para respetar el protocolo y pese a la mascarilla pude apreciar a una mujer que sonreía. Se notaba en los ojos que estaba feliz por estar ahí y yo también lo estaba. Después se apagaron las luces y sonó una voz que daba la bienvenida al público entre vibraciones de teléfono y consejos. Eran más de las 19:10 hrs cuando apareció de espaldas el productor, escritor y actor de la tragicomedia que inició con la presentación de los personajes principales.
Laura apareció en su habitación rosa palo de Valladolid con muchas incertidumbres en su cabeza. No sabía qué camino tomar. Lo único que tenía claro era que una angustia le atormentaba. Muchas veces se preguntó si estaba dejándose guiar por las imposiciones de la propia sociedad, así como mantener a su madre (Belinda Washington) contenta o verdaderamente por lo que ella quería para su vida. La joven no estaba sola. La buena y mala conciencia aparecían de repente con el fin de ayudarla a tomar una decisión, aunque conseguían el efecto contrario: causar más dudas a la protagonista de «Mi Mundo es Otro». La intérprete argandeña lleva un gran peso en la historia creada por el gurú de las conciencias al tener sobre sus hombros la parte dramática de la obra. Durante hora y media, el público pudo conectar con sus inseguridades, así como esos dos universos del bien y el mal que se ubican en su fuero interno. Además, hay que afirmar que a pesar de la situación derivada por el coronavirus, la sala del Teatro Amaya estaba muy llena. Entre los momentos más aplaudidos sobresalen las intervenciones de Nazaret Aracil (la influencia negativa) y Veki Velilla (la más positiva) junto a su guía, el personaje interpretado por Javier Muñoz. Sus idas y venidas de olla, sus personalidades distintas, sus muecas y sus referencias claras a la actualidad fueron vitales para amenizar con soltura la obra teatral.
En esta tragicomedia destaca el talento de Belinda Washington, no sólo para ejercer el papel de la madre de Laura, una mujer que recuerda a las mamás de la actualidad por sus múltiples manías para mantener el orden, por sus preocupaciones exageradas y en ocasiones, sus imposiciones. La intérprete ha unido su voz a la de Javier Muñoz y Diana Tobar para cantar las cuatro canciones de una obra musical que tiene su propia banda sonora, esas letras escritas explícitamente para un proyecto teatral dirigido por Ángel Villaverde en el que ha intervenido Lírica Cuántica. Tanto la música como la historia y el discurso del gurú de las conciencias juegan a favor del mensaje central, que no es otro que hacer lo que dicte nuestro corazón y no dejar que otros cojan las riendas de nuestras vidas. No hay prácticamente ningún fallo en «Mi Mundo es Otro». Se nota lo bien cuidado que está, tanto por Javi como por todo el equipo que hay detrás, incluidas las personas que no son la cara visible. Quizás lo único que me faltó es que la intérprete que se mete en la piel de la mejor amiga de Laura hubiera tenido un papel más relevante en la historia. Aún así, las partes de la función en las que sale con micro en mano para cantar, Diana destaca con esa voz capaz de ahondar en todos los registros.
Gadea también pisa el escenario en un momento crucial para la protagonista de «Mi Mundo es Otro» al ser esa exnovia con la que Laura se reencuentra después de un largo tiempo. Ella es elemental para confundir más a la joven que duda en casarse con el hombre del que supuestamente estaba enamorada. Su lucha entre sus obligaciones y compromisos con sus verdaderos sentimientos es el punto de partida que estará presente a lo largo de esos 90 minutos. No obstante, el conflicto más preocupante reside en el gurú de las conciencias, quién tampoco es consciente que ha vivido acatando las reglas de un señor superior a él. A raíz de este hecho, su papel en la obra de teatro se verá afectado por la batalla entre sus demonios internos y sus alumnas tendrán que arreglárselas para guiar a Laura, bien sea al altar o a acabar de cuajo con todos los planes de boda. Por momentos, tanto a Nazaret Aracil como a Veki Velilla e Irene Rojo les costaba mucho seguir sus respectivos papeles y en alguna situación de extrema locura lograron caer en la tentación generando los aplausos del público que habíamos acudido al Teatro Amaya de Madrid. Demasiado bien lo hicieron debido a que era imposible no reírse con las caras y los movimientos de tres chicas que se han complementado a la perfección. Su complicidad se ve dentro, pero también cuando baja el telón para decir adiós a la función.
«Los sueños se cumplen. Cuesta, pero se cumplen», declaró Javier Muñoz con cierta emoción en sus ojos al despedir «Mi Mundo es otro» del teatro, un lugar que ha creído en su proyecto, aún en tiempos de crisis para la cultura. Si antes, cuando entrevisté a su creador y a los miembros del elenco tenía la certeza, ahora lo reafirmo tras haberla visto con mis propios ojos. Su tragicomedia con tintes musicales es un despertador de conciencias, una crítica a la sociedad que impone lo que está bien y lo que está mal cuando no todo es blanco o negro. Una ventana hacia la necesidad por rebelarnos contra los prejuicios y pensar en esas pasiones que realmente nos mantienen vivos. «Quiero que esta obra de teatro sea la apertura de puertas a otros proyectos», me contó Javi. Al parecer, él encontró su polo a tierra, ese que va dedicado a su abuela. Creó «otro mundo» en el que dar voz a su pepito grillo, pero también en el que invitar a la reflexión a todos los que dimos oportunidad a su primera historia, un viaje en el que razón y corazón enfrentan su batalla.