Eran las 18:30 de la tarde más calurosa del año. Aún no sonaban los «tambores de guerra», pero sus fans ya estaban preparados para quedarse afónicos y hacer junto a él un repaso por su trayectoria musical. Pisamos el campo donde el Atlético de Madrid lidia sus propias batallas futbolísticas. Corrimos de un lado a otro para encontrar nuestro lugar en un estadio que sería testigo de ese artista que fue de ‘OT’, «y ahora» es de los que crean magia con esas composiciones que son el reflejo de tantas almas. No. No había un mejor regalo que hacer por navidad a una fiel seguidora de Manuel Carrasco que no fuese poder trasladarse hasta su «cruz del mapa».
Horas después y con ganas de descargar toda la adrenalina, Manuel Carrasco apareció en el escenario junto a ese dibujo que simboliza a ese niño al que su padre le compró su primera guitarra. Su carta de presentación fue dedicada a esas más de 55.000 personas que habían hecho hasta lo imposible para asistir a esa noche inolvidable en el Wanda Metropolitano de Madrid. Tras esa emotiva declaración musical, el cantante andaluz viajó a su pasado y criticó a la hipocresía con «Me dijeron de pequeño». Entonó cada palabra, aunque solo la pista le escuchara a la perfección. Volvió a ofrecer su corazón con esa voz desgarradora y demostró, una vez más, que es incapaz de vender sus principios.
El eco en las gradas impedía disfrutar el directo de ese poeta que tiene un arte innato para cantar, tocar la guitarra y el piano, pero también para reivindicar todo lo que le frustra del mundo en el que habita. A este encuentro que duró casi 3 horas no podían faltar «Yo quiero vivir», ni la mítica «Que Nadie», pero mucho menos «Mujer de las mil batallas», un himno español en señal de apoyo a todas esas supervivientes y valientes que luchan contra el cáncer de mama. Sus giros vocales recordaban a la tierra que le vio crecer, y entregó a su público lo mejor de él mismo, al compás de esos globos rosas que tenían preparados sus fans como muestra de apoyo a todas las heroínas de la vida.
«Luchemos contra el maltrato, la intolerancia y el abuso de poder. Hay demasiada gente intolerante en este mundo que no se pone en la piel del otro». Así se expresó el creador de batallas perdidas convertidas en guerras ganadas que cantó «Vete» con mucho sentimiento y siente muy dentro cada una de las frases de sus letras. En este espectacular evento en el que no cabía ni un alfiler pese al acaloramiento, «Llámame loco» fue otra de las canciones que sus seguidores cantaron al unisono. Se dejaron la voz en esa obra maestra, pero también en otras como «Ámame otra vez» o «Dispara lentamente». Ni los «primeros días» del verano iban a acabar con la pasión de esos fans que solo querían más.
Es uno mismo en cualquier parte y en Madrid gritó a la libertad, a sus miedos, a esas historias que duelen, pero que no pudo contar en otros tiempos, así como a las ilusiones, a las ganas de no rendirse, de perseguir los sueños y luchar siempre. «Ya no» fue otra de las grandes puestas en escena, una batallada ganada en la que miles de personas no dudaron en hacerle los coros. Manuel Carrasco es de esos cantantes a los que les gustan cada noche de concierto porque puede decirle a todos lo mucho que les quiere. Tanto a esos fans incondicionales que han repetido en más de una ocasión los directos, como a los que acaban de localizar su «cruz del mapa». «Uno x uno» significa desplazarnos a ese acento que es su ADN, a esa Andalucía en la que impera ese flamenco alegre que atrapa a los que ni siquiera hablan su mismo idioma.
Hubo tiempo para una fiesta musical en la que nunca fallan las fans actions con canciones como «La Cruz del Mapa». Manuel Carrasco no se olvidó tampoco de calar hondo en su público con un mashup en a capela en el que le acompañó su guitarra y el piano en algunas de sus épicas y más emocionantes canciones. Madrid fue testigo de cómo su máximo referente de las baladas y el pop andaluz se rompía tras los últimos acordes de «Mi única bandera», ese tema musical que dedicó a su pequeña hija. Ese fue el gran momento en el que lloró con la cara descubierta y la mirada puesta en ese instrumento enorme que sigue sus pasos para aparecer en todas sus giras.
Casi dos décadas de buena música, de verdades y del reflejo de su propia alma resumidas en 3 horas en las que 55.000 personas pasaron por infinidad de estados emocionales. Compositor que se inspira en distintas musas e hizo historia con solo dejar hablar al pequeño que fue y el ser humano que es. Pocos como él en España han conseguido ser legendarios sin necesidad de recurrir a la música comercial. Una estrella del cielo se metió por el techo abierto del Wanda Metropolitano y contemplaba esa escena en la que que todos iluminaban con las luces de sus móviles «No dejes de soñar».
«Qué bonito es querer» cuando en el camino se te cruza alguien como él; un hombre con una humildad que contagia a los incomprendidos y a los que desconocen lo que es la empatía. Poético en sus discursos y en sus letras. Bailó al viento, aunque no corriera ni una gota de aire. Tocó demasiados corazones y formó una revolución a la salida que prolongó el regreso a casa de sus fans. Instantes previos a ese colapso de coches en el aparcamiento, Manuel Carrasco deleitó a todos con «Me gusta» y causó los aplausos estridentes en infinidad de momentos protagonizados por su música.
Pocos se arrepintieron de haber ido hasta el Wanda Metropolitano y si alguno lo hizo, no fue por él sino por el chirriante sonido que se percibía desde las gradas. Sus fans notaron la ausencia de algunas canciones de su último disco lanzado en 2018, «La Cruz del Mapa», pero salieron felices de ese artista que también dedicó alguna que otra palabra a la diversidad sexual por la semana del Orgullo LGTB. En los últimos minutos hubo quiénes comenzaron cumpliendo años al unisono de sus canciones. No obstante, el estadio vibró al ritmo de globos gigantes de colores durante un espectacular cierre en el que todos vitoreaban su admiración por ese cantante de Huelva que hizo historia y dibujó en Madrid su «cruz del mapa».