Detrás del apagón del relámpago y en el momento en el que todos los asistentes que hicieron una interminable cola en el Día Internacional del Museo ya habían disfrutado de Amaia Romero, Vetusta Morla cumplió su propósito. Ellos fueron los anfitriones de la «¡Fiesta Mayor!», un evento invadido por la música indie y un rock característico de ese grupo musical que comenzó sus andaduras en un instituto madrileño en 1998, hace más de 20 años.
Los seis componentes de Vetusta Morla siguen siendo como esa tortuga de «La Historia Interminable». Una banda que da voz a sus inquietudes, a sus anhelos, a sus desenfrenos, a esas «sonatas fantasmas» que inventaron «al respirar» y a esos «días raros» que experimentaron al vivir. Lo demostraron en esa noche mágica del 17 de mayo protagonizada por la cultura personificada en una serie de artistas emergentes que elevaron el arte con su talento.
«Hacen falta medios para que las bandas puedan mostrar todo lo que les gustaría», así se expresó el vocalista de Vetusta Morla cuando Radio3 de RTVE le dio la palabra minutos después de haber impresionado a centenares de personas con esa energía, esa vitalidad y esas míticas canciones de una banda de rock indie que sigue latente en la actualidad. No faltaron «Valiente», ni «Maldita dulzura», ni tampoco «Cuarteles de invierno» en ese frenesí épico en el que sus integrantes reivindicaron la importancia de la diversidad en la música.
Son un clásico admirado en España y en el otro lado del Atlántico. En octubre pasarán por Estados Unidos con «Mismo Sitio, Distinto Lugar», su último trabajo discográfico. Encontramos sus recuerdos en sus letras, esas que en algunas ocasiones nos desplazan a otras épocas. Solo nos bastó una noche y un pequeño concierto para descubrir su humildad, sus ganas de dar voz a todas esas bandas y artistas que aún no han tenido un espacio para ser admirados por las masas, tal y como ellos.
Generadores de letras que dicen demasiado. Auténticos y amantes de los festivales alternativos, quiénes nacieron en el mundo musical hace más de dos décadas. Luchadores que emergieron de su constancia por sonar en las radios, de su necesidad por tocar en pequeñas salas y crecer desde abajo. Vestusta Morla cumplía 10 años de vida cuando llegó «Un Día en el mundo», su primer disco. Anteriormente habían elaborado maquetas con las que habían logrado el respeto y la admiración de su público nada más conocerles.
Un golpe maestro, se rompe el silencio y aparece Vetusta Morla ante un escenario. Su energía es tan arrolladora que es imposible no saltar o tatarear esos estribillos que se pegan al instante, aunque jamás los hayas escuchado. No necesitan que los deseemos suerte porque su casa siempre será cualquier lugar que les permita hacer una fiesta emocional; esa en la que Pucho pueda bajarse del escenario tantas veces como quiera y dar la mano a esos miles de fans que han seguido sus pasos.