Todo lo que restó, hoy suma. No tiene una voz del montón, sino todo lo contrario. Suena bien y sus letras hablan por él cuando dice esas verdades musicales con las que ha pasado del anonimato a ser admirado por las masas. Su nombre completo es Francisco Javier Álvarez Beret. Nació el 2 de julio de 1996. Tiene únicamente 23 años y ya ha dejado una huella en la música española más actual. Nunca pretendió ganar, pero gracias a sus canciones solo sabe lo que es perder en el amor. «Prisma» es su primer trabajo discográfico, ese con el que tenemos el privilegio de viajar por todos los estados emocionales en cuestión de minutos.
Beret canta lo que muchos sienten y pone palabras a sus letras con las que resulta imposible no sentirse identificado, aunque solo sea con una de ellas. El crack de la voz rota invita a sus seguidores con «Prisma» a reflexionar, a pensar, a desahogarse y a coger el próximo tren con más fuerza que la vez anterior. «Vuelve» o «Sentir» quizás incluyan este aspecto que contiene un mensaje positivo; una con una estela más desgarradora y la otra con un sonido que simboliza una fiesta veraniega. No obstante, la melancolía, la inconformidad, el desamor y sus máximos anhelos son los más representados en este primer disco del que sacó a la luz el pasado 25 de octubre seis canciones inéditas.
En este debut con la discográfica Warner, Beret ha demostrado que tiene de todo menos miedo cuando se trata de plasmar todo lo que tiene dentro, esos argumentos de experiencias transformadas en canciones que habitan en él como «Cóseme». El tema que tiene detrás al piano y posiblemente un violín y que comparte con Vanesa Martín habla de algunos recuerdos del pasado combinados con dos voces que cuadran en una necesidad por bailar con la suerte, aunque no lo necesite. «Si por mi fuera» es distinta a esas baladas con las que se rompe en los estribillos como lo es su canción más escuchada, «Lo siento». Es rockera, más macarra y está acompañada por las palmas.
Se consideraba tan poco, pero un día se convirtió en uno de los protas al comenzar a ser parte de una industria que empezó a valorar su arte, y también, cada nota. Se repite pocas veces en sus canciones, esa poesía con la que encontró su melodía. Quizás por eso a sus fans les cueste más estudiar sus composiciones para saberse en sus conciertos sus letras de principio a fin en su citas con Beret el 28 de junio en el Wizink Center de Madrid o en la del 6 de junio de 2020 en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Dos eventos históricos desde su lanzamiento porque permitirán vivir la vida improvisada y llena de altibajos a través de esa voz peculiar e imposible de imitar que conecta con las almas de quiénes escuchan sus creaciones.
Beret tiene la particularidad de ser tan característico que suena en la radio y los oyentes ya saben que se trata de él, un chico con el se puede viajar a cualquier línea temporal y con el que se pueden experimentar todos los estados emocionales. Nació desde abajo en el panorama musical. Prefiere ser fiel a sus principios a venderse a lo comercial. Más allá de una voz distinta, es un escritor de una vida que transforma en música y que no se ha inventado porque son demasiados los que la han experimentado. Muchas bases de «Prisma» rompen en los estribillos. Eso le ocurre por ejemplo a «Sueño» esa colaboración soñada de dos seres maravillosos que reflejan el talento innato de España para hacer temas carentes de vacío y llenos de realismo.
Esta es la historia musical que queremos; la de un joven que nos regala un conjunto de poemas que dicen verdades como templos a través de su primer proyecto como solista con colaboraciones exquisitas como la que tiene con Melendi con «Desde cero», un reflejo de las contradicciones, una antítesis que se puede vivir en determinados momentos cuando se mezcla honestidad con hipocresía o ignorancia con sabiduría. Se escucha de fondo una guitarra o puede que un ukelele en «Me Mata», una base muy distinta a «Dime quién ama de verdad», una balada que vuelve a estar protagonizada por el desamor.
Todo se le da bien al ser capaz de ir de la rapidez y los sonidos alegres como «Sentir» a esos versos melancólicos o incluso dolorosos («Ojalá o «Lo Siento»), los mismos que podemos poner en días de lluvia en los que necesitamos llorar y rompernos para luego reinventarnos de nuevo. Escuchar a Beret es sumergirnos en un paralelismo emocional en el que queremos aplaudir esas frases que nunca supimos expresar, pero que sentíamos de forma literal y a la vez ponerlas en nuestra más absoluta oscuridad. Y no, no lo sientas porque tus letras son esos desgarros que muchos necesitamos, así como esa dosis de realismo que va del dolor a la felicidad.