Lágrimas, risas, consejos e historias de superación que se instalaron en los corazones de todos los espectadores para siempre. ‘Mi Marido Tiene Más Familia’ y su primera temporada deberían de haber tenido más audiencia y más éxito de lo que tuvieron porque los guionistas, el productor y el elenco se merecen un monumento. Por ello, en Veo, Escucho y os cuento os relato mi experiencia con una telenovela en la que me he sentido parte de los Córcega desde el primer capítulo hasta el último(el 166 de su segunda parte).
Sin exagerar puedo decir abiertamente que pese a que veía muchas telenovelas y demasiadas series de diferentes temáticas, el hueco que me había dejado Cris Morena tras ‘Casi Ángeles’ y ‘Aliados’ era muy difícil de ser ocupado. Todo lo que vi en estos últimos 6 años era aceptable, pero nada me había atrapado y emocionado tanto como ‘Mi Marido Tiene Más Familia’. Aún recuerdo que no tenía las expectativas altas y que a primeros de 2019 decidí darle una oportunidad debido a la repercusión en las redes sociales que estaba teniendo Aristemo.
No era fan de ninguno de los actores, aunque sí les conocía a todos por otros proyectos televisivos que se habían emitido en España. Quizás tampoco le hubiera dado una oportunidad a ‘Mi Marido Tiene Más Familia’ y su primera parte si mi amigo Javi no me hubiera hablado maravillas de ella. Gracias una vez más por haberme dado alas para que no me la perdiera porque esta telenovela mexicana no es la típica comedia que saca muchas risas y hasta ahí, sino que enlaza historias de bebés, niños, adolescentes, adultos y personas de la tercera edad en una sola trama hasta el punto que es imposible no identificarse con alguna.
La historia central está contada por Julieta (Zuria Vega), una mujer independiente, empoderada y con ideas que el mundo debería aplaudir y comenzar a aplicar en sus vidas. Su apoyo era Robert/Juan Pablo (Daniel Arenas), un hombre que se preocupa por el gran amor de su vida al querer que progrese profesionalmente y que cura a niños con quemaduras. Su amor pasa por muchos cambios con los que ella se verá obligada a decir en más de una ocasión con cierto pánico: ‘Mi Marido Tiene Más Familia’.
Su mudanza al edificio Córcega trae una gran casualidad. Robert/ Juan Pablo se reencuentra con esa familia que le había perdido cuando tenía 4 años en el mercado. De esta forma, Julieta comienza a convivir con su mam-a´- suegra Blanca (Diana Bracho), su suegro Eugenio (Rafael Inclán) y sus cuñadas. Paralelamente a ellos se aprecia la superación, la entrega a su familia de personajes como Doña Blanca, quién deja de ser una auténtica ama de casa para aprender a conducir, el inglés y a abrir su propio canal de Youtube sobre recetas de cocina al mismo tiempo que cuida a su esposo enfermo de alzheimer, así como a sus nietos.
Tampoco podemos olvidarnos de las competencias entre ella y Catalina, la madre de su nuera Julieta, ni de los primeros amores de la trama como el de Daniela (Laura Vignatti) y Gabriel (Jose Pablo Minor), una pareja diferente a lo que marca la sociedad que lucha contra el que dirán y la depresión. Además, nos dan una lección de empatía y superación que no puede borrar la muerte. Por su parte, Marisol (Jessica Coch) y Linda (Jade Fraiser), son dos mujeres que resistieron a los malos tiempos y lograron su independencia total. La amistad es otro de los factores a destacar y la tropa Unidos sabe mucho de ello. Frida, Julio, Sebastián, los Aristemo y Lupita supieron pedir perdón y perdonar gracias a padres como Papá Pancho (Arath de la Torre) y Susana (Susana González) o a abuelas como Crisanta (Carmen Salinas) y Doña Imelda (Sylvia Pinal).
No puedo describir lo que he llorado con las muertes de la telenovela, las despedidas, los reencuentros y las lecciones de vida. Han sido muchas las escenas que se me han quedado grabadas en la memoria. Una de ellas es cuando Frida se disfraza de su abuelo Eugenio que padece de alzheimer y dice: «Los verdaderos héroes están entre nosotros». No obstante, aún se me pone la piel de gallina al rememorar en mi mente la despedida a Gabriel, un personaje con el que me sentí totalmente identificada por su forma de ser. Tampoco puedo olvidar ese hasta pronto de los Oppas en la que todos llevaban el mismo suéter rojo con el que Juan Pablo se perdió décadas atrás, así como el momento en el que Temo le confiesa a Papá Pancho que es gay o cuando Aristóteles se da cuenta de su amor por él y Polita apoya a su hijo contra las ideas homófobas de Audifaz.
No importa que no haya sido tan valorada como se merece en los Premios TvyNovelas 2019. Yo hablo desde el corazón, y también, desde la objetividad al decir que ha sido la primera telenovela en tener dos temporadas y en saber adaptar la historia pese a la ausencia temporal de los protagonistas principales. Aquí importaban los personajes y las parejas, pero mucho más las tramas.
Desde un hombre que quería saber acerca de su identidad, hasta mujeres que tenían que combinar su rol de madres y de trabajadoras, sin olvidarnos de Ernesto (Gabriel Soto), ese personaje que fue deportado y tuvo que rehacer su vida en México junto a sus tres hijos. Mucho menos se me puede borrar de la mente la familia Córcega, esa que discutió, pero que terminó aceptando y queriendo a todos sus miembros. Diversidad,unión, aceptación, igualdad de género, segundas oportunidades, nuevos comienzos. Agradezco haber visto una telenovela que nos ha hablado de la importancia de la familia, de la amistad y que ha actuado de espejo social.
Por siempre los Córcega, los Oppas y los Osos en el corazón y
¡Hasta junio Aristemos!