«Antes todo era un desértico dolor». Antes de poner el primer capítulo no se me hubiera ocurrido que ‘Mi Marido Tiene Familia’ sería mi telenovela favorita de todas las que ha emitido Televisa en los últimos dos años. Nunca pensé que en solo una semana y media me podría sentir como una Córcega más. Quizás no haya sido de esos espectadores que han sido leales a la historia desde sus inicios, pero sí le terminé dando una oportunidad a una ficción que actúa de espejo social y no me he arrepentido en absoluto.
Aún recuerdo cómo mi amigo Javi me hablaba con tanto ímpetu del proyecto de Juan Osorio y cómo en las redes sociales fans de todos los lados del mundo apoyaban a los Oppas (Julieta y Robert), a los Osos (Daniela y Gabriel) y a Aristemo (Aristóteles y Temo). Por ese entonces desconocía que los Córcega estaban reinando las audiencias de México. Pasó mucho tiempo hasta que me animé a ver el primer capítulo y desde ese entonces no he parado de reír y llorar con cada uno de los personajes.
No se me quitan de la cabeza esas primeras escenas de esa pareja liberal y aparentemente sin problemas que va en contra de lo socialmente establecido. Mucho menos de esa mudanza que dio paso a una sucesión de invasiones por parte de sus vecinos de en frente. Tampoco del sufrimiento de Doña Blanca (Diana Bracho) por la pérdida de su hijo Juan Pablo (Daniel Arenas) hace 34 años. No obstante, lo que comenzó como una telenovela que narraba ciertos momentos cómicos con el drama, se convirtió en una ficción en la que era imposible no sentirse identificada con algún personaje.
Estaba la mujer empoderada y dueña de sus propias decisiones (Julieta desde el principio y Susana a partir de la segunda parte). También ese hombre hogareño que tenía un alma noble y que se dedicó a ayudar a niños que presentaban quemaduras (Juan Pablo). Daniela (Laura Vignatti) era esa chica que amaba la carpintería y que tenía miedo al amor, pero que luchó para que nadie cambiara su forma de vestir y de pensar. Por su parte, Gabriel (José Pablo Minor) era un chico que cansado de ser un clon más de su padre, el señor Mussi, se rebela contra los prejuicios de su propia familia y gana las batallas contra sus propios demonios internos.
Todos los personajes han dejado una huella en sus espectadores debido a que sin alguno de ellos el público no hubiera conectado con los Córcega de la misma forma. Algunos son supervivientes del machismo de sus épocas que se niegan a cambiar de mentalidad. Otros son víctimas del patriarcado hasta que se valoran como seres humanos. Si la primera temporada de ‘Mi Marido Tiene Familia’ ya nos demostró la importancia de aceptar a las personas que más quieres en el mundo, la segunda no se quedó atrás.
Con la producción emitida en Televisa, hemos visto a personajes muy humanos que han demostrado que el corazón puede volver a sonreír cuando nos conceden segundas oportunidades. También hemos sido testigos de los amores más casuales, así como los reencuentros y la llegada de familiares inesperados. Además, hemos aprendido a empatizar más, a apoyar a los miembros de tu familia aunque no pidan ayudan a gritos, a respetar las mentalidades distintas a las nuestras y a no ser metiches de las vidas ajenas.
No hay mejor ejemplo que esta ficción mexicana para apreciar a las personas que nos quieren como merecen e intentar no ser un obstáculo en su felicidad. La segunda temporada de ‘Mi Marido Tiene Familia’ lo decía alto y claro con Aristemo, esa pareja que acogió un gran protagonismo en la trama. La diversidad es un concepto necesario para normalizar la homosexualidad y otras lacras que no toleraba la sociedad.
Música, comedia, drama, realismo, amor y muchos choques de mentalidad para que los espectadores se cuestionen su día a día. Ninguno de sus fans se olvidará de los Córcega por haber hecho frente a problemáticas que ocurren en la actualidad y haber demostrado su gran unión. Desde los más mayores hasta los más pequeños; todos ellos son la razón para no perderse ‘Mi Marido Tiene Familia’. Por todo esto y mucho más, no os perdáis el especial de radio que hicimos desde Veo, Escucho y os cuento para despedir con honores esta ficción con la que hemos reído y llorado a partes iguales.