Margarita Ortiz mira la vida con positivismo, pese a sus diversos miedos. Cada día afronta el reto de ser más decidida y tener más oportunidades para luchar por sus sueños. La gente no deja de observarla por su condición física, pero el mundo tendría que valorarla por sus múltiples capacidades. Entre todas destaca su pasión por el dibujo, pero también su necesidad por erradicar la desigualdad y trasmitir que la diversidad existe. «Mi mayor sueño es ser ilustradora y dedicarme a escribir para movilizar la empatía de la gente», confesó en una entrevista que concedió recientemente a Veo, Escucho y Os Cuento. Esta mujer que tiene facilidad para comunicarse y una elevada imaginación va un paso por delante de gran parte de la humanidad al repartir amor y bondad sin pedir nada a cambio. Desde que nació afrontó la acondroplasia junto a su hermana gemela y pudo adaptarse a las situaciones con la sobreprotección de su familia. No obstante, Margarita quiere llegar por sí misma, poder viajar sola sin tener que depender de nadie y cumplir cada una de sus metas. «Voy a llegar a todo, pero más tarde y a mi ritmo», manifestó minutos después de exponer las dificultades a las que se ha enfrentado, o bien por el prejuicio que existe respecto a su fisionomía, o por los escasos espacios que hay adaptados para su condición.
La acondroplasia a través de los ojos de Margarita Ortiz
La acondroplasia es una mutación genética que comienza a desarrollarse durante el embarazo y genera que las personas tengan los huesos más cortos y el cráneo más grande. La anotomía distinta al no cumplir con las medidas de un bebé estándar fue clave para que los padres de Margarita Ortiz tuvieran que asumir la condición de sus gemelas. «El mundo lo ves tan grande y complicado que empiezas a generar miedos», declaró una mujer que a pesar de los prejuicios sobre su patología nunca bajó los brazos y se armó de coraje, aún en esos momentos en los que le hacían bullying o hay quiénes consideraban que podía tener un retraso. Su aspecto físico era motivo de discriminación, de burlas, de poco entendimiento, pero en el camino esta mujer encontró a personas que la trataban como una igual. La ilustradora de dibujos en los que también está reflejada su condición también expresó que tiene que prevenirlo todo antes de ir a cualquier sitio porque tiene miedo a que no esté adaptado a ella y pueda sufrir las consecuencias. Tampoco dudó en comentar que su casa no concuerda con su estatura porque aún convive con sus padres. Actualmente la economía no le permite independizarse y aunque nunca se sometió a una intervención para estirar sus brazos y piernas, intenta vivir siempre con esa sonrisa que le otorga el don de saber que nos encontramos ante una persona maravillosa.
Ante la pregunta de si quisiera cambiar algo de sí misma qué cambiaría, Margarita Ortiz no respondió haber nacido sin acondroplasia o ser más alta, sino poder ser más valiente para apostar todo por sus sueños sin miedos que le aten, sin daños colaterales que le den una nueva razón para esconderse. Creadora de dibujos concienciadores, la ilustradora valenciana, quién dejaba volar a su imaginación a través del arte desde que tiene uso de razón, enjauló por mucho tiempo su afición a causa de los prejuicios que tenía sobre sí misma, pero algo cambió a raíz de la cuarentena. En esos momentos de incertidumbre para tantas personas, Margarita comenzó a ver Aristemo, la famosa pareja LGTBI que salió de la telenovela mexicana Mi Marido Tiene Más Familia. Gracias a esa ficción investigó sobre el actor y cantante que estaba detrás de Temo López y desde ese instante ya no quiso soltarle. En él vio la oportunidad de renacer como el ave fénix, salir de su caparazón y demostrar su talento. Joaquín Bondoni fue ese ser de luz que le permitió creer en sí misma para dar a conocer esas ilustraciones que definían su esencia, su condición y su necesidad por dejar de callar lo que merece mayor visibilidad.
«Quiero dar a conocer quién soy y lo que quiero ser, pero muchos prejuicios sobre mí me limitan a decir que estoy aquí», comentó Margarita entre anécdotas de su historia de vida con la acondroplasia. Mientras ella las contaba y sanaba algunas de sus heridas más profundas, otros comenzábamos a abrir los ojos y a aprender a escuchar atentamente a una mujer especial, pero no por su condición, sino por su manera para crear arte, para emocionar y dar una lección que deberían tatuarse todos los que aún no sepan poner en práctica la inclusión. Y sí, no caben dudas, entrevistar a este ser excepcional fue como una clase magistral de empatía, respeto, diversidad y sentido común. En sólo 40 minutos aprendimos que las diferencias físicas no tienen que cortar de cuajo con las ilusiones de quiénes las tienen, con sus ganas por progresar y garantizar que la disposición de trabajar, así como el buen corazón son una cualidad que no depende de la mirada del otro, sino de lo que es imposible juzgar a simple vista.