«Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es la memoria». Ese es el inicio de un cuento realista que nos pudo haber contado nuestra abuela cuando aún éramos pequeños para aprender de los errores de los adultos y cometer otros, pero no repetir los mismos. Llegó el 6 de diciembre, fecha de un gran estreno español, aunque no le di al play hasta seis días después. Cuando una amiga me la recomendó me adelantó que no es la típica historia en la que sus protagonistas esperan con ilusión la llegada de Papá Noel o en la que se narran las peripecias del Polo Norte. ‘Días de Navidad’ tiene un trasfondo social que caló en lo más hondo de mí.
Necesité algo más de tres horas para ver una mini serie que abarca tres navidades distintas, pero protagonizadas por las mismas mujeres, todas ellas hermanas con sueños, personalidades y pensamientos dispares. Más de 180 minutos fueron suficientes para sentirme como una testigo que veía en segunda persona cada escena remarcada por la tensión, así como los motivos por los que se escondían tantos secretos, pero las ganas de las cuatro por superar los obstáculos juntas. Ese fue el mejor regalo y legado que le dejaron sus antecesores. Una casa que, por momentos y para algunas, pudo ser una auténtica jaula en la que no había total libertad para expresarse libremente, pero que al final de todo, simbolizaba ese hogar al que volver en ‘Días de Navidad’.

Ángela Molina, Charo López, Victoria Abril y Verónica Forqué encabezan el tercer capítulo de una serie para Netflix que presenta la sensación de encontrarnos ante un largometraje de extensa duración por su reparto inigualable y por todos los mensajes que abarca en algo más de tres horas. Creada, co-escrita y dirigida por Pau Freixas (‘Sé quién eres’) y con la intervención de Verónica Echegui, Nerea Barros, Francesc Garrido, Susi Sánchez, David Solans y Alicia Borracherro, entre otros intérpretes. ‘Días de Navidad’ mezcla la inocencia de la niñez del primer capítulo y de las buenas intenciones por parte de una familia de clase media hacia una niña a la que protegen como una más; con la necesidad de defender los verdaderos sueños e ilusiones, esos que quedaron relegados durante la madurez y que volvieron a avivarse con la tercera edad.

Terminé con lágrimas en los ojos al visualizar la escena final de Valentina, Esther, Adela y María, niñas que crecieron felices en esa casita retirada del verdadero mundo. El relato narra como ese lugar mágico del primer episodio que sus padres crearon para ellas con tanto amor llegó a deteriorarse con el trascurso de los años, y también, cuenta cómo ese secreto les hizo tomar rumbos que no conducían a su ansiada felicidad. La única que logró ser un alma libre después de su confesión, aunque ya en sus 30 años fue la más pequeña de todas. No obstante, las propias controversias de la vida le pisaron también los talones, pero tenía un espíritu alegre con el que sería capaz de superar cualquier problema, al menos hasta su última navidad. Quizás por eso es mi personaje favorito dentro de esta historia emocionante que por momentos actúa de espejo a la hora de reflejar a esas familias que solo se ven ese día del año y no para realizar un bonito reencuentro, sino para trasmitirse rencores o reproches.

Cuatro vidas que toman caminos distintos, tres navidades de épocas diferentes, pero un mismo hogar al que volver por siempre. Un secreto y miles de palabras que callaron por años para no causar daños que pudieran echar por tierra la mejor fecha de todas. Rencores e intrigas que salieron a la luz aportando los momentos dotados de mayor carga dramática. Todo eso ya desdibujado en un segundo plano cuando disfrutas con un nudo en la garganta de un emotivo final de una ficción con la que has empatizado, hasta el punto de tener la sensación de querer valorar de mejor forma aquellos afectos con los que cuentas a día de hoy. Un mensaje queda ya tatuado tras ver sus ‘Días de Navidad’: El amor de una familia verdadera prevalece pese al paso del tiempo, lo demás logra esfumarse por completo.